Para hacer efectiva la labor de planchado era necesario utilizar al menos dos planchas, pues mientras una se estaba utilizando la otra se calentaba sobre la estufa. Además, las planchas necesitaban un constante y delicado mantenimiento para conservarse en buen uso. Periódicamente, debían ser limpiadas, pulidas y se les aplicaba una película de grasa o cera de abeja para retrasar su oxidación. Las planchas carbón permitían mantener el calor durante más tiempo. Estos utensilios que todavía se pueden ver hoy en día en India y otros países de África, contenían un recipiente en el que se introducían las ascuas de carbón caliente. Algunas incluso contaban con un orificio vertical que permitía evacuar el humo impidiendo que afectar a la prenda. A finales del siglo XIX se presentaron modelos evolucionados de planchas de carbón incorporando bases reversibles, inyectores de gas y otras innovaciones
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